Crisis.
Maldita palabra… No hay forma de librarse de ella. Un día la crisis apareció en nuestras vidas, así sin más (cosa de brujería sin duda). Unos dicen, que es global (como si eso solucionara algo) y otros, que es culpa de los que dicen que es global (claro, con eso también solucionan el problema).
Y lo peor, es como la carcoma… mientras ellos discuten… la dichosa crisis se está comiendo mi silla… No aguanto más. Me levanto airado. Pataleo. Nadie me hace caso… ¡Mi silla! ¡Que me quedo sin silla! Les da igual, ellos siguen discutiendo si es algo global, o culpa de los que dicen que es algo global. Como si a mi me importara algo. Yo quiero mi silla. ¿Cómo espera nadie que permanezca sentado si la crisis se come mi silla? Se acabó, ahora voy a ver yo que es eso de la crisis... ¡Maldita crisis!, ¡Malditos zoquetes! Ya ni sentarme puedo, a saber que andaréis tramando. Me arremango. Vamos a desbrozar. Primero me robaron el azul del mar. Ahora, la crisis se come mi silla. No aguanto más. ¿Y sabes qué? Si la crisis se va comiendo tu silla, deberías hacer lo mismo. ¿O es que te gusta sentarte en el suelo?
La primera pregunta que me hago, es si la crisis es la carcoma que se come mi silla, o la excusa con la que algún ladrón de guante blanco se la está llevando trocito a trocito. El resultado es el mismo (me quedo sin silla) pero no es igual ser víctima de un despiste, que de un robo.
Hay que ser metódico… Lo quiero hacer despacito (post a post) y con salero (el que me faltó en esta parrafada). Ayúdame si quieres, seguro que cuatro ojos ven más que dos, seguro que nos equivocamos en algo, pero ayúdame a intentarlo. ¿Qué puedes perder? ¿La silla? Pero si ya te está desapareciendo...
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